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Otro relato de travesía. Campoamor-Cabo de Gata
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Nonick
Capitán Pirata
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MensajePublicado: 11/09/06 14:20    Asunto: Responder citando

Pido perdón a todos lo que estais leyendo el relato, está retrasado por dos razones nada importantes pero si urgentes:
- he empezado a trabajar Llorica Llorica Llorica
- el próximo fin de semana me examino Llorica Llorica Llorica Llorica Llorica Llorica Llorica (a mis años)
No es que haya estudiado mucho, la verdad, pero me da cargo de coniencia estar escribiendo en lugar de estudiando.
Prometo que en cuanto pase el fin de semana reengancho. De hecho ya tengo el principio del siguiente capítulo.
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solsil
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MensajePublicado: 17/10/06 10:00    Asunto: Responder citando

Que pasa con el final del relato, que, al menos yo, aún lo estoy esperando ¡¡¡¡

Venga, animate y terminalo, que estaba muy interesante.

Brindis Brindis Brindis Brindis
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Saludos,

Viky
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windi
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MensajePublicado: 18/10/06 10:16    Asunto: Responder citando

Como luego nos digas que no te ha salido bien el examen... Cuñaaooo

Cuando puedas, ¿eh? Sin prisa, ¡pero sin pausa! Verde
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Nonick
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Registrado: 20 Feb 2006
Mensajes: 989
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MensajePublicado: 18/10/06 16:26    Asunto: re: Otro relato de travesía. Campoamor-Cabo de Gata Responder citando

Quinta singladura
Con las prisas por llegar a cenar no dije que los baños del puerto de Mazarrón están en perfectas condiciones de uso. La tradicional pareja de letreros que en estos lugares permite conocer como se ha articulado la separación de sexos y evita algún sofoco tras la apertura de la puerta incorrecta (Hombres/Mujeres, Caballeros/Damas; Pishas/Shoshos que de todo hay) está formulada, seguramente en honor al ambiente que nos rodea, como Marineros/Marineras. No está mal el guiño, pero el patrón pasó por la puerta en la que figuraba “Marineros” y lo hizo cuarto de marinería, siguió buscando y hasta que no vio “Marineras” en otro cartel no se atrevió a sacar conclusiones, y aún estas no tenían todos los visos de ser ciertas ya que el cuarto de marinería pudiera estar en dos dependencias que mantuvieran la separación dicha. No es el peor caso vivido, pues quien en alguna ocasión no haya necesitado mirar ambos carteles, o dibujos o anagramas para, tras profunda reflexión, decidir cual se le acomodaba más que lo diga ahora mismo.
- A mi nunca me ha pasado
- Bueno, pues a mi sí. Y varias veces.
Tras el desayuno el pasaje recoge lo que se será imprescindible para pasar el día: dos de las cuatro bolsas de mano que forman su equipaje y la sombrilla.
Al pasaje se le advirtió de lo exiguo del espacio a bordo y de que a ellos se les asignaba el volumen que ocuparan dos bolsas flexibles de tamaño medio. Al igual que los organizadores de los campamentos (pues así se llaman aquellos lugares a los que los padres, con la excusa de favorecer el descanso de los hijos, envían a sus descendientes para procurar el propio) les facilitamos lista cerrada de las prendas y adminículos que debían incorporar al hatillo, con indicación de clase y número. Pese a ello duplicaron las necesidades de estiba, e incorporaron a los bártulos una sombrilla de playa.
Zarpan los tripulantes y tras pocas millas recorridas notó el patrón que al fin, y sin necesidad de recurrir a los medicamentos de los que tan poco gusta, podrá poner orden en todas sus funciones corporales. La escora es la adecuada para el correcto funcionamiento de la bomba que tanto ha dado que escribir en este foro sobre lo que ha de tragar y lo que no; el mar y el viento adecuados para la navegación atendida por una sola persona y lo que se hubo de hacer, se hizo. No soy yo escritor de prestigio, como otros que después obtuvieron renombrados galardones concedidos en tierras en las que el sol deja de brillar durante jornadas completas para después hacerlo sin cesar durante el mismo tiempo, para describir con todo lujo de detalles la acción y sus efectos. Baste decir que ocurrió.
La travesía hasta Águilas no tuvo especial relevancia ni interés que merezca reflejarse para conocimiento de los navegantes, y como ya he dicho lo del mar y el viento y los placeres de la vela, no lo voy a repetir.
Fue buena ocasión para que la tripulación pusiera en común los pensamientos que, pese a ser prácticamente idénticos, habían formulado por separado sus integrantes. ¿Por qué caminos piensan los pasajeros dirigir sus vidas en los próximos días? Para llegar a los próximos destinos es necesario hacer singladuras similares a las de hoy ¿se proponen seguirnos en autobús? ¿dónde quedan entonces las esperanzas de recalar y de modo improvisado decidir prologar la estancia en cualquier lugar que nos plazca, pero donde no haya estación de autobuses? ¿y después? La conclusión es clara: se aproxima la baja del pasaje, mas no nos corresponde a nosotros tomar la decisión sino estar preparados para aceptarla.
Con cierta congoja en el alma hacemos repaso de todo lo explicado por si en algún momento ocultamos o modificamos algún detalle que les hubiera impedido a los pasajeros conocer lo que les esperaba tras embarcar, y por si sí o por si no, agotada la conversación, la dejamos.
Próximos a nuestro punto de arribada usamos del móvil para comunicar con los pasajeros, que tenían el encargo de procurar amarre en conversación con la autoridad portuaria. No es este un plan que me llene de orgullo, pero sabido es que en tiempo de guerra todo agujero es trinchera y se presume que en conversación cara a cara mantenida cuando aún faltan varias horas para el ocaso será más probable conseguir donde atracar que en la reglamentaria conversación por radio. No se consiguió el objetivo propuesto, aunque sí autorización para usar las duchas del puerto, lo que es de agradecer.
Fondeados en el lugar que pareció adecuado nos dirigimos a las duchas donde, ya acicalados, nos esperaba el pasaje. No quiero pagar con ingratitud el uso que nos permitieron, pero tampoco sería justo dejar de señalar que tanto Spark como el que suscribe decidimos, a la vista de su color y sin acuerdo previo, no pisar los respectivos platos. Dado que ninguno de los dos dominamos la técnica, arte o milagro de la levitación decidimos usar una de las añagazas empleadas en el descenso de ríos, también llamado barranquismo, para pasar los cañones sin macerar las ateridas carnes en el agua helada. Consiste en mantener las piernas abiertas con los pies apoyados en los salientes de la pared. No es postura excesivamente elegante pero sí adecuada a la situación de intimidad propia del lugar dedicado al aseo personal y a salvar el cuerpo de Dios sabe qué enfermedades.
Traslado de la impedimenta al barco, momento en el que Spark me comunica que el pasaje tiene propuestas revolucionarias que hacernos. Más que revolucionarias se me antoja que las propuestas han de ser conservadoras, pero no tiene sentido hacer cábalas sobre lo que se ha de conocer en poco tiempo y ya se intuye.
Por aquello de conocer la compañía en la que dejo al Hijo del Viento (que dicen que se ha de ejercer una discreta vigilancia sobre las compañías de los hijos) antes de dejarlo solo, por un poco de curiosidad y a falta de algo mejor que hacer en esos momentos en los que alguien esta dispuesto a salir y espera a que el resto de la comitiva se halle en la misma situación, echo un vistazo a los barcos que me rodean, en especial a los que han fondeado en el tiempo que estábamos en tierra. Y con perplejidad veo que desde uno cercano el patrón deja caer, amarrados a las bordas, seis capazos de goma negra regularmente espaciados a lo largo de cada una de las bandas. Una vez fletados los llena de agua de tal modo que el franco bordo no debe ser superior a cuatro dedos de través.
Pienso en el par de escora y adrizamiento, en la compensación de pesos, en el brazo de fuerzas, en que estoy pensando tonterías: si los capazos están en el agua llenos de agua no han de repercutir en la distribución de pesos del barco en mas que el peso del agua que rebase la línea de flotación más el peso (que suma o resta según la densidad del material) de los propios capazos.
Conjeturo, imagino y no me resisto a preguntar:
- Perdona ¿eso para qué es?
Y con esa cara que no critica al que pregunta pero que sabe que a su portador le han descubierto en una acción que solo con dificultad puede justificar pero que no hay por que ocultar y mucho menos de la que avergonzarse, aunque vergüenza dé la situación; con una sonrisa que pide más comprensión que aprobación; y con un gesto de resignación que espera ser compartida me hace con la mano el movimiento que imita el balanceo del barco.
En el trayecto hacia tierra firme voces por estribor reclaman nuestra atención y marcado el rumbo a su origen nos acercamos a la popa del Petra Mary. Charleta con el cofrade Libra, que nos recrimina con todo el afecto del mundo que no hubiéramos seguido sus consejos aprovechando uno de los muertos libres. No tiene su cónyuge aspecto de ser el tipo de persona que opte por adornarse el cuerpo con tatuajes, pese a llevar retratada sobre su piel el dibujo de una medusa con todos sus detalles. Condolencias por la picadura, deseos de que pronto remitan los efectos, despedida y arribada a puerto.
El pasaje dispone de información privilegiada sobre el lugar adecuado para cenar y en amable paseo allí nos dirigimos. No recuerdo el nombre, pero si la derrota que se ha de seguir para llegar: rumbo al puerto de pescadores por el paseo marítimo; cuando la marcación del faro sea de cuarenta y cinco grados por babor se ha de buscar un paso que deje la oficina de correos a nuestra popa. Llegados a este punto al través de la banda indicada veremos una terraza donde se anuncian pescaicos. Solo queda ocupar punto, digo mesa y prepararse para comer mucho, bueno y barato. La unidad es la ración, mas pueden combinarse medias y de este modo difícil es no encontrar acomodo a la apetencia de cada comensal.
No hay que demorar lo que se debe hacer, y la conversación empieza por la fuente de conocimiento: ha sido recomendación del taxista que hasta este pueblo trajo al pasaje, hombre amable que no solo actuó de chofer sino de guía turístico de tal modo que conoce aquel el lugar donde habitaba y pastoreaba las cabras el Hijo Predilecto de Águilas, el paisaje de Cabo Cope visto desde tierra, el mejor lugar para comer (que ya se ha descrito) y otras sutilezas de la zona.
No le ajustó al pasaje el horario de autobuses y describen una situación que, si no fuera relatada por personas de confianza a mi se me antojara inverosímil, y aceptada como cierta, me resulta estúpida. Las comunicaciones entre los pueblos de Almería y los de Murcia en autobús pasa por las respectivas capitales de provincia, de tal modo que el viajero que quiera ir de Águilas a Garrucha debe conocer la Puerta de Purchena y tiene ocasión de visitar el museo Salzillo. Un viaje de menos de cuarenta kilómetros se convierte así en otro de cuatrocientos veinte, o de doscientos setenta y cuatro si se consiguiera combinación en Lorca. Esto debe ser lo de la unión de los pueblos de España.
Con estas premisas temen los pasajeros saltar la frontera autonómica, lo que dificultaría su retorno por tierra. Consideran absurdo, porque lo es, realizar el viaje en paralelo a la navegación y piden la baja en el rol.
Se plantea una posibilidad no de remediar la situación, puesto que no hay mal al que ponerle remedio, ni de enmendar lo que no está torcido, ni de arreglar lo que no está descompuesto, sino de procurar los medios y las circunstancias que permitan permanecer en compañía y disfrutando de esta. Consiste en sentar plaza en el puerto de Cartagena y desde allí hacer travesías de día, sea explorando la costa, sea buscando el baño. Ofrece esta ciudad además la posibilidad de dedicarse a la visita turística y al buceo. El patrón pone de manifiesto que por su carácter y forma de ser es al que más le incomoda no llegar al destino previsto, pero que en esta ocasión tanto le pluguiere un plan como otro. Solo una condición establece: que vueltos a Cartagena no haya bajas hasta el día en el que se planeó la vuelta.
Se decide, medida prudente, probar el nuevo plan con el nuevo día dedicando este a ir a la Cala del Hornillo, que según los derroteros y la información preparada es adecuado fondeadero para tales fines.
En esta y otras conversaciones transcurrió la cena en una terraza a la que he dicho como se llega, pero no que está encajonada entre edificios y a resguardo de todos los vientos. No fui consciente de ello hasta que al doblar una esquina vivimos el prefacio de “El ataque de Garreator”.
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windi
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MensajePublicado: 19/10/06 11:55    Asunto: Responder citando

La quinta singladura ha producido en mí, consecutivamente, los efectos de media mueca, mueca, sonrisa, risa y abierta carcajada.

Gracias por relatarlo tan bien.
Me parto Me parto Me parto Me parto Me parto Me parto
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Nonick
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MensajePublicado: 20/10/06 12:59    Asunto: re: Otro relato de travesía. Campoamor-Cabo de Gata Responder citando

El ataque de Garreator
Se propuso ir de copas, propuesta que a todos nos cuadraba por el gusto y por la gana, pero antes me pareció prudente comprobar si el fondeo a dos anclas aguantaba el vientecillo que no era de los que matan a una vieja y no apagan un candil, sino de los que dejan a oscuras una Virgen sevillana en Semana Santa.
Asomados al paseo marítimo vimos que el Hijo del Viento permanecía impertérrito a la acción de su padre, pero que en sus proximidades había más bultos, y más cercanos, de lo que parecía prudente, lógico y sensato.
No es un fondeadero el lugar que por su iluminación y distancia al observador que está en tierra permita apreciar mejor detalles y distancias, aun cuando éste se empeñe en conseguirlo. Y ocurre entonces que el observador se mueve buscando un mejor ángulo, una nueva perspectiva y guiña los ojos, y se mueve de nuevo y busca desde donde otear y no consigue ver lo que mira.
Y en esas, el observador que además es patrón reciente y un puntín neurótico, no entiende que haya un lugar mejor donde estar que a bordo y olvida planes, pasaje, copas y cualquier cosa que no flote. Resulta además que con tanto cambio de perspectiva, de ángulo y de punto de observación ha arrastrado a toda la compañía de una punta a otra del paseo marítimo de tal suerte que se encuentran, mira tú que cosas, a pocos metros de donde quedó amarrada la embarcación auxiliar.
El pasaje, que a estas alturas ya va conociendo cuales son las prioridades de cada uno, se resigna a recoger al paso unos cubitos de hielo en vasos de plástico y a hacer equilibrios para conseguir que lleguen sanos y helados al pañol donde se guardan las bebidas.
Con rumbo a la proa del barco vemos lo que nos temíamos adivinar desde el muelle: hay otro fondeado por la aleta de estribor demasiado cerca del nuestro. ¡No habrá tenido otro sitio para fondear!, fue el comentario entre temeroso e indignado de la tripulación, que lamenta en estos momentos la falta de conocimientos técnicos elementales de algunos patrones (véase “el circulo de borneo”, Apuntes básicos de navegación. Varias editoriales) Cuán errados estábamos. No sabíamos que ¡nos estábamos enfrentando a Garreator!
La auxiliar, cuatro personas y dos vasos llenos de cubitos, alcanza la popa del Hijo del Viento y embarcada (o desembarcada, según se mire) la pasajera y la tripulante, quedan el patrón y el pasajero pues aquél quiere comprobar el fondeo del barco vecino. Nos acercamos a la proa del barco que considerábamos imprudente y apenas empezamos a comprobar que la cadena caía demasiado a pique cuando desde una motora cercana nos llaman a voces. Aproximados que fuimos nos informan que han sufrido el ataque de Garreator. Es más, vieron con terror como preparaba su acción, pues en el momento del fondeo le calcularon seis metros de cadena largada en un fondo de cinco. Dado que en estos casos el que más y menos gasta mala baba y gusta de exagerar los defectos ajenos, contemos con que los metros de cadena largados fueron ocho, cuatro menos que la eslora del barco que se habría de sujetar con ella.
Con gesto desencajado por el terror que ya empezaba a trasmutarse en indignación nos siguen contando que tras completar el fondeo (o después de montar el arma, que en este caso todo es uno) toda la tripulación abandonó la nave, seguramente dejándose el barco cerrado, sin la luz de fondeo preceptiva y sin llaves que permitieran enmendar los desmanes del patrón. Poco después se levantó el vientecillo que dio en la cara al patrón al salir del resguardo del restaurante, y comenzó el ataque.
Envuelto en el susurro (o hablar alto, más bien) del viento Garreator se fue aproximando a ellos, su primera víctima. Prevenidos que estaban por ver los preparativos del ataque supieron defenderse con manos y bicheros, cierto es también que el azar de unos pocos metros en la derrota de la bestia les salvó de ver directamente su mirada mortífera y de enfrentarse a su pestilente aliento.
Nos aconsejan alejarnos de su proximidad y cambiar el fondeo, como ya levantó el ancla otro velero que en este momento se encuentra poco más a proa de donde estamos. Criticamos a Garreator, pero poco, porque el patrón y el pasajero ven como se acerca a su barco y se despiden agradeciendo la recomendación.
En cuanto llegamos el pasajero cogió un bichero y sin necesidad de ponerlo en ristre (y sin posibilidad, por otra parte, puesto que al vestir camiseta y no armadura no disponía de este práctico apoyo) contuvo al atacante, cuyo primer envite habían parado la tripulante y la pasajera, manteniendo a salvo la obra muerta, que la viva no corría peligro. Arrancar el motor, levantar el fondeo, dirigir la maniobra, salvar los cubitos, contener al atacante. Cada ocupante tuvo una misión que realizar y así se hizo.
Ya brillaban las linternas iluminando al monstruo desde la que sería su próxima víctima, el barco del que colgaban capazos de obra. También se vio obligado a modificar su emplazamiento y al verlo pasar con los calderos colgando el pasajero no tuvo por menos que preguntar ¿y eso? Y el patrón le contestó me ha gesticulado que es para el balanceo. A mi me da que es una manía de alguien, por ejemplo de su mujer: “Con eso no me mareo”. Como si dijera que con una longaniza colgada del palo no se marea.
El pasajero contestó flemático si tu mujer dice que con una longaniza colgada del palo no se marea y a ti te gusta navegar, la cuelgas.
Razón no le faltaba.
A todo esto Garreator estuvo restregándose, no se si con ánimo pero desde luego sí con actuar lúbrico, contra una lancha amarrada a un muerto. Todos pensamos que la estaría machacando pero para nuestra sorpresa cuando, harto de ensañarse con su presa se dejó caer hasta quedar detenido poco más allá, pudimos ver que ni siquiera estaba arañada. Y no lo digo por lo visto esa noche, sino al día siguiente cuando el sol brillaba (a ratos) en lo alto.
En esta ocasión el zurrón de Garreator no lleva más que tres fondeos levantados, no ha conseguido balcones de proa arrugados ni daños en los cascos. Ojalá todos sus ataques concluyeran con tan poca presa.
Pasado el peligro el patrón se dispone a preparar los distintos combinados, mitad para celebrar y brindar por el resultado de la batalla, mitad para continuar su vida conforme a lo planeado. El pasajero informa que no queda hielo, que no hay cubito que soporte a estas temperaturas una hora de espera y comenta que no hay nada que una tanto como el odio común: informa a la tripulante y a la pasajera que el patrón se ha hecho amigo de un tractorista. El pasajero tiene especial brillantez en el comentario ingenioso y una mala leche que se la lame, desde pequeñito han sido estas dos de las virtudes que le adornan y sabe sacar chispa golpeando con precisión cualquier piedra que se encuentre en su camino.
El pasajero es de los que por hacer un chiste, si es lo bastante ingenioso, no repara en destrozar a un amigo. No repara tampoco en exagerar los hechos con aquél fin, pero nunca llega a falsearlos. Por ello, aunque yo no lo recuerde así, debe ser cierto, según contó al día siguiente, que Spark planeó acercarse con el chinchorro para insultar gravemente a Garreator.
Y así, después de todo lo acontecido en el día, queda pasaje y tripulación disfrutando uno de los mejores momentos del crucero: la conversación nocturna en cubierta. Se insiste en la posibilidad, sin reparo mental ni moral, del cambio de planes de navegación y cediendo al sueño que poco a poco invade los cuerpos y mentes, cada mochuelo se dirige a su olivo, o cada persona a su camarote que en estas circunstancias todo es uno. La última acción consciente del día es comprobar que Garreator sigue en tierra, acaso durmiendo plácidamente con sueños de abordajes.
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PIK
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MensajePublicado: 20/10/06 19:33    Asunto: Responder citando

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