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Quincy Pirata

Registrado: 09 Sep 2005 Mensajes: 151
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Publicado: 02/02/06 11:26 Asunto: Entrevista Eduardo Rejduch |
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Chapuceando por ahí he encontrado esto. Justo ahora estaba leyendo su libro. Genial, he disfrutado y me he reido con el. Debe ser un gran tipo.
Mucha gente se plantea en algún momento del su vida dejarlo todo e ir a dar la vuelta al mundo. Es una fantasía recurrente que no tenemos valor para realizar. Pocos son aquellos que lo intentan y no cejan al primer indicio de problemas. Son los verdaderos trotamundos, como lo es Eduardo Rejduch. Un hombre que decidió un buen día cruzar el Atlántico con un pequeño velero que bautizó con el nombre de Charrúa, en honor a los indios oriundos de su país natal, Uruguay. Partió de Canadá y llegó hasta España, donde se dio cuenta de que ese no era el final de su viaje, sino el principio. Pronto encontraría a su compañera en esta aventura: Claudia. Y ambos emprendieron un viaje que les ha llevado por todos los océanos del mundo. Siempre a bordo del Charrúa.
Rejduch presentó recientemente en Barcelona el relato de sus aventuras en el mar. Con el título de “Hasta donde me lleve el viento”, este trotamundos nos relata sus vivencias con un tono distinto a los clásicos relatos náuticos. Un dato: cuando se embarcó en el Charrúa, no sabía navegar.
¿Su viaje en la Charrua ha terminado definitivamente?
De hecho fue mi temor a terminar lo que retardó mi inevitable vuelta a Barcelona. Hacía un par de años que me demoraba navegando por el Mediterráneo Oriental. Pensaba con tristeza que se cerraba ese círculo de la vuelta al mundo y que amarraría nostálgicamente para siempre en un muelle del pasado.
Por primera vez en más de 17 años retornaba a un puerto donde ya había vivido. Hasta que me di cuenta, al divisar las torres de Badalona y el monte de Montjuïc, que Barcelona era ante todo donde había nacido mi amor por los veleros; la ciudad que me abrió su puerta al mar. Este puerto significaba para mi la libertad de la poesía que se respira en el aire. Entendí al llegar, que este no sería un último capítulo, ni un ancla para siempre fondeada. Mientras tenga el Charrua siempre tendré la oportunidad de poder navegar hacia otros lugares.
¿Cuándo se dio cuenta de que quería pasar la vida navegando?¿Qué buscaba?
Nunca me lo planteé en forma definitiva. Mi relación con los veleros empezó por casualidad cuando los vi por primera vez medio escondidos en el antiguo puerto de Barcelona. Al verlos recuerdo que sentí una sensación enorme de libertad. Me parecieron elegantes aves dormidas y quietas esperando algún mago o duende que las desencantase para que con sus enormes alas de velas me llevasen a donde quisiese.
Anteriormente había viajado, recorriendo despacio el continente americano. Estaba enamorado de la vida de andariego y contador de cuentos acompañado de su guitarra. Recordando aquella época pienso que quería vivir un poco como aquellos gauchos o indios charruas a los cuales yo admiraba y que recorrían libres aquellas tierras que todavía no eran países ni estaban lastimadas por alambradas.
Cuando partí por primera vez sin saber siquiera navegar, pensaba que si llegaba a alguna playa de Europa o donde fuese, aunque sea nadando con un pedazo del barco debajo del brazo, sería la aventura más grande que viviría en mi vida y así me lancé. Dicen algunos que me salió mal el suicidio. Pero lo que estoy seguro es que en los rumbos elegidos y en lo vivido tubo mucho que ver el azar, nunca pensé en dar la vuelta al mundo, mi alegría inmediata y modesta era hasta donde pudiera llegar.
¿Por qué escribió el libro?
Anteriormente había escrito ciertos artículos titulados “Cuentos del Charrua” y que algunas revistas náuticas de España y Argentina se arriesgaron a publicar. Digo esto porque no eran unos relatos clásicos y convencionales que hablan con tecnicismos náuticos hasta para referirse a un simple felpudo que se encuentra a bordo.
Un día el director de una prestigiosa revista de viajes me dijo que mis artículos aunque tenían mucho humor eran demasiado “subversivos” y que tenía que escribir para una persona que se sienta con un buen whisky frente a la chimenea encendida en su lujosa residencia, en una tarde de invierno con el perro a sus pies (creo que hasta me dijo un San Bernardo). Después de que unos artículos fueran corregidos con tijera y de que sólo dejaran la descripción de un paisaje y el truco para orinar sin sacarte el pantalón del chubasquero, me di cuenta que estaba vendiendo mi alma al diablo.
Estos artículos parecían carcasas vacías. Sentí que le habían robado el alma. Por eso y más me decidí a escribir lo que vivía por esos mares en páginas blancas, libre y sin censuras para un imaginario lector que, aparte de ser un hombre normal, también fuera un soñador. También lo hice porque creo que todo hombre tiene el derecho de contar y de intentar comunicarse con sus hermanos.
¿En su libro habla de una “soledad deseada”. ¿Cómo es esa soledad?
La soledad deseada es para mi ese espacio en el barullo del mundo, esa calma donde se respira hondo sin noticias ni preocupaciones del resto del mundo, que se necesita para intentar conocerse a sí mismo o por lo menos intentarlo. Es una tregua buscada de impuestos, miedos de enfermedades y trabajos. Quería cortar, aunque fuese por un tiempo, el cordón umbilical.
Esta soledad buscada es sólo mía y tan simple como la del ciervo que busca el monte. Muy diferente a la del hombre de ciudad, que vive años con una compañera sin conocerla y sin dejarse conocer. Muy diferente también a la soledad del hombre que se resigna a vivir los programas de televisión o enciende la radio cuando llega a casa, para que el silencio no se le haga espejo.
¿Qué diferencia ha encontrado entre la gente de mar y la de tierra?
Muy poca, o ninguna. Hay tanta variedad en la gente del mar como en la de tierra, sólo cambia o une en el ser humano la forma de pensar y valorar la vida que nos rodea. He encontrado marinos mercantes de toda la vida que sólo conocen las casas de prostitución de todos los puertos en que han estado, que además tiran toda la basura por la borda al agua y que no saben hacer un simple nudo marinero.
Y también he conocido insignificantes pescadores de algunas islas de las Tuamotus, que sin haber aprendido en ninguna escuela, saben navegar guiados por las estrellas, las corrientes o la dirección de las olas y cada vez que sacan un pez para comer, humildemente le piden disculpas al mar. Existen tanto capitanes de guerra que no vuelven a la mar si pierden un barco, como el caso del gran navegante a vela francés Bernard Montessier, que perdió tres y mantuvo su fama de romántico y buen marino. En la tierra también se encuentran buenos marinos, como en el mar buenos hombres de tierra.
¿En su libro no hay referencias temporales, sólo lugares. ¿Ha estado usted fuera del tiempo durante estos últimos años?
Nunca me gustó la división del tiempo, ni el tiempo contado meticulosamente en porciones correctas. Siempre me pareció que sólo servía para enmarcar noticias concretas y a su vez se utiliza para encasillar a las personas en función de su edad. De este modo, la sociedad puede dictar lo que pueden o no pueden hacer.
Pascala era un nativo de la Polinesia al que conocí y que quise mucho. Recuerdo que en una ocasión le dijeron la edad que tenía según unos papeles amarillentos. Como no entendía las fechas, se las tradujeron diciendo que era mucho tiempo y que lo que tenía que hace ahora era descansar. Pascala dejó de trabajar, empezó a sentir achaque y como estaba mandado empezó a esperar recostado a un árbol lo que tenía que llegar, aparentemente.
Pero al cabo de poco tiempo, se dio cuenta de que las plantas se morían por que no las regaba y que también los animales de la isla sufrían porque no tenían qué comer, hasta que apenado de todos ellos, una mañana sin darse cuenta comenzó de nuevo a darles de beber y comer. Entonces, poco a poco, se fue curando de aquellas dolencias imaginarias.
Los números no tienen poesía y las narraciones o los libros de cuentos nunca hacen referencia a fechas concretas. En los cuentos sólo sabemos que sucedió “en época de lluvias”, o que “había luna creciente”, o incluso que “ocurrió antes de que amaneciera...”
¿Cómo se llega a ser un marino autodidacta como lo es usted?
Pienso que el hombre puede dar siempre mucho más de lo que pensamos, y últimamente la sociedad que estamos formando parece que se empeñe en convencernos de que somos una especie de discapacitados que necesitamos protección constante. Hay gente que no cambia un grifo del lavabo porque no es fontanero y tampoco una bombilla porque no es electricista. La navegación a vela en verdad no tiene tantos misterios. Lo más importante son las ganas y el encontrar la libertad para poder hacerlo. Parte de la aventura es el tratar de solucionar los problemas que se vayan presentado. También es una alegría descubrir hasta donde podemos llegar por nuestros propios medios.
¿Cuál es la situación más peligrosa que ha vivido?
Creo que sería difícil elegir una. Aquellas situaciones arriesgadas o donde sentí la proximidad de la muerte, las viví en algunos casos donde yo no podía hacer nada para evitarlo. Tenía que resignarme a aceptarlos. En los casos de los temporales, había una lucha constante que cumplir, más sintiendo una batalla que dándome cuenta de la peligrosidad de la situación en la que me encontraba en ese momento.
Creo que los momentos más difíciles fueron cuando experimenté el primer temporal de más 60 nudos de viento, poco antes de que llegara a las islas Azores. El mar estaba blanco de espuma y había olas gigantescas que volcaron el Charrua y que parecía que iban a destrozarlo. También recuerdo cuando un navío de guerra americano me embistió en el mar del Caribe y con mi barco seriamente dañado en la noche, su capitán por la radio me pedía urgentemente que abandonara el Charrúa a su suerte y me negué, asumiendo las consecuencias que podía tener mi decisión.
Pero creo que me daría más miedo e incluso pánico, encontrarme en una cama de hospital lleno de tubos y máscaras de oxígeno, que todos los riesgos que he corrido hasta ahora.
¿Dónde está su hogar, aparte del Charrua?
Creo que mi hogar sería el lugar donde enciendo el fuego para protegerme del frío, cocinar y dejar que mi imaginación vuele, medite y sueñe contemplando sus llamas. Mi casa, territorio, mar o isla soñada donde vivir, debería de tener un poquito de los lugares donde he estado. Porque también me gustaría que mis vecinos fueran Matya y Panaiotis, Pascala y Mae Mirtha y tantos otros lindos amigos encontrados por el mundo.
¿Cuál es el secreto para pescar en alta mar?
No lo puedo decir en voz alta porque sino las grandes compañías pesqueras americanas, japonesas y coreanas, encima de patentarlo enseguida con su nombre, acabarían con toda la pesca en un fin de semana. De mi experiencia diré que así como todos los mares son diferentes, también lo son los peces que los habitan. Tienen diferentes gustos para los señuelos, así como también épocas y horarios distintos para picar. Ahora el señuelo que siempre me ha funcionado en todas las partes del mundo y es fácil de conseguir, es poner en el curricán... una simple cucharilla de café unida a un anzuelo en el extremo, con la única variante de que esta se utiliza sólo para las mañanas y la cucharilla de té para las tardes. De noche... todos duermen. |
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mpineda Hermano de la Costa


Registrado: 24 Nov 2004 Mensajes: 3335 Zona de Navegación: Garraf
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Publicado: 02/02/06 11:55 Asunto: : Entrevista Eduardo Rejduch |
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Gracias por esta brisa fresca en la oficina, lo imprimo y me lo guardo para la hora del patio.
Salut i millas
Mpineda _________________ Salut i milles. Mpineda
"Fui Náufrago antes que navegante." |
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calao Capitán Pirata


Registrado: 22 Nov 2005 Mensajes: 610 Zona de Navegación: Barcelona _ La taberna del puerto
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catabatico Grumete Pirata

Registrado: 25 Mar 2005 Mensajes: 11 Zona de Navegación: mediterraneo
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Publicado: 02/02/06 16:53 Asunto: : Entrevista Eduardo Rejduch |
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bravo, que bueno ver que hay gente que sigue sintiendo el mar.
una de las cosas que mas me impresionó de su libro fue el leer como disfrutaba de las encalmadas. alli quieto, en medio del mar, con una meteo preciosa, disfrutando del silencio y de estar allí, sin ninguna prisa por estar en ningun otro lado...
envidio su actitud, su libertad y su comunicación con el mar y el charrua. creo que muy pocos llegan a ese "estado", por lo que yo he leido, solo moitessier y julio villar navegaban con la misma onda.
espero que le vaya bonito alli por su tierra natal, brindemos por ello:
saludos a tod@s y cuidense. _________________ ondo izan |
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